La prolongación de nuestra inercia
Facundo Lugea
Juana Fortezzini
Estudiante avanzada del Profesorado y Licenciatura en Historia, Facultad de Humanidades,
Universidad Nacional de Mar del Plata.
La obra “La prolongación de nuestra inercia”, de Facundo Lugea, expuesta en el Museo Mar desde septiembre del 2022, genera un modo de mirar la transformación de la materia como concepto que podría leerse a partir de la idea de itinerario. La narrativa se construye a partir de la acción del espectador en una recorrida pautada por cuatro espacios internos.
Un pasillo blanco, pulcro, con una luz blanca y opaca que titila tenuemente en el fondo, inaugura el camino. La primera sugerencia, en este sentido, es un ingreso a una temporalidad diferente de la que corre en el exterior. Con ecos minimalistas, esta luminosidad, primer material que configura una narrativa en la muestra, abre un paréntesis en el tiempo.
El itinerario se torna más inmersivo en la medida en que el espectador avanza en la propuesta. La salida del pasillo inicial presenta una serie de cuadros que juegan con el blanco en diferentes texturas. Esta segunda escena promueve un tipo de emocionalidad contenida en el asombro: aquella que, ante la confusión de texturas y densidades, sólo puede acercar un poco más la mirada para distinguir sus partes.
El espectro de formas, colores y texturas que pone en juego el tercer espacio continúa marcando esta ascendencia. Sobre una serie de mesas blancas dispuestas simétricamente en el espacio (en hileras espejadas) se construyen cuerpos a partir de elementos variados como indumentarias de distintos tiempos y piezas artísticas, libros o discos de música, piedras, madera y desechos industriales. Los materiales despliegan una sobrecarga informativa bien diferente de los momentos anteriores. Una clave se pone en primer plano: esa naturaleza muerta se funde en el paso del tiempo, el verdadero protagonista de la escena. Cuando Bruno Latour (2017) se pregunta por el modo en que lxs modernxs construyeron el binomio Naturaleza/Cultura, apela a su creación mediante la representación y exposición de la naturaleza en la pintura. En tanto representación, ésta sería una naturaleza muerta ya que en un mismo gesto se la despoja de movimiento y de vida. Si acordamos con esta mirada, la oposición Naturaleza/Cultura se encuentra mediada por una artificialidad operatoria: la narrativa de Lugea podría leerse como una sugestiva invitación a mirar la transformación de la materia (humana y no humana) sumergida en el inexorable paso de la historia. En esta narrativa, naturaleza y cultura son partes de un mismo concepto.
Un cuarto espacio incorpora a lo inmersivo de la luz, el color y la narrativa los recursos del perfume y el sonido: el suelo se cubre de hojas de eucalipto, junto a una serie de cuadros de fondo verdoso que componen un poema. Un “último” verso cierra la obra: “el final es sólo el eco de nuestro principio”. Este paso del tiempo explicado en su inercia, así, nos invita a mirar la transformación material con la certeza casi asfixiante de su prolongación infinita.