Memoria
de un lugar

Jerónimo Veroa

Curada por Cecilia Rabossi

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Prof. Guillermo Cicalese

Grupo de Investigación Instituciones de la Geografía. Centro de Estudios Geo-Socio-Ambientales (CIGSA).
Instituto de Investigación sobre Sociedades, Territorios y Culturas (ISTeC), UNMDP.

La contra utopía a los paisajes costeros brillantes
Espacios residuales, territorios degenerados, geomorfologías degradadas.

Las franjas litorales han sido a lo largo de la historia un territorio de singularidades, quizás como ningún otro se ha desempeñado estos espacios como puntos de convergencia, de encuentro entre culturas y civilizaciones, en ocasiones pacífico o la mayoría de las veces de signo violento y bajo un poder de sojuzgamiento. En otros trances históricos los asentamientos de núcleos comerciales dieron paso a los intercambios de ideas y bienes que relacionaban comarcas lejanas mediante productos exóticos. Claro que también los márgenes litorales son los sitios donde es común detectar emplazamientos de ecosistemas frágiles, se trata nada menos que de superficies de interface de ecosistemas terrestres y marinos expuestos fácilmente a la degradación por causas de la dinámica natural o la intervención humana.
La recorrida por la instalación “Memoria de un lugar” situada en la Sala 3 del Museo nos hace transitar por afiches, fotos, cartografías convencionales y armados originales, además de artefactos pictóricos volumétricos. Una vez completado el itinerario la imagen mental que parece prevalecer es la vinculada a un imaginario de composición y descomposición, fase esta última que en la instalación se despliega como una etapa terminal. La magnitud de las ruinas que se enseñan al espectador, diríamos, que si no contarían con las referenciadas textuales y las coordenadas correspondientes que nos sitúan en parajes costeros entre Quequén y Cabo Corrientes, sería posible reconocerlos e identificarlos vagamente en cualquier lugar de la línea de ribera que baña el Mar Argentino.
Espacios descuidados, superficies residuales o microregiones con vestigios y heridas en un paisaje olvidado de proyectos fracasados que cayeron en decadencias irremediables; una “segunda naturaleza” mal parida que tuvo final de sobras materiales y despojos de una época y unos sitios que se auguraban esplendorosos. En las tomas de la instalación se ha captado lo que la imágenes satelitales de Google Earth no visualizan: un amasijo de fierros oxidados con columnas derruidas, contrapisos a medio hacer que en sus resquebrajaduras invadieron cizaña, yuyos y cardos salvajes. Visuales que nos recuerdan a la promesa del country club “El Marquesado” en el extremo sur marítimo marplatense con un urbanización que se planificó gentrificada con playas en balcón siendo hoy una gigantesca muela careada con terrazas colgantes en constante derrumbe, o bien a aquella intervención de un emprendedor que dinamitó un acantilado para crear una pista artificial de esquí acuático, parque oceánico luego devenido en un campo yermo. Maquetas de ensueño, realidades de campo ruinosas.
En el salón principal impacta con un mural volumétrico que reproduce una casucha de una vieja salitrera, el video que se proyecta con un sonoro monótono del vaivén del oleaje funciona bajo el libreto de un metraje encontrado: la improvisación de los enfoques, la espontaneidad de una cámara que sostiene un pulso tembloroso, los pasos de quien rodea un objeto extraño como quien vuelve sobre sus pisadas y se echa para atrás. No sabemos quién filma, seguramente alguien ausente que halló y exhibe algo oculto, ignorado, en suma un paisaje develado en donde nada hay para el goce de su contemplación, un territorio al que se prefiere no ver. Distantes se encuentra estos sitios que representa el artista de las promesas publicitarias que se le hicieron a la horda dorada de “sun, sex and sand”, narrativa de una melodía utópica que prometía el San Junípero terrenal y que acabó en un paisaje propio de una pesadilla.

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Fotografía de Cicalese tomada de la Instalación de Jerónimo Veroa en Sala 3 del Museo MAR.
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Fotografías de Cicalese tomadas de la entrada al Museo MAR en el marco del 37° Festival Internacional de Cine de Mar del Plata