En las últimas semanas acaparó la atención el arribo de “mujeres rusas embarazadas que viajan a la Argentina para parir”. En ese marco, seis mujeres fueron detenidas en Ezeiza, acusadas de ser “falsas turistas”, ya que “en realidad” (como si estuviera prohibido) habrían viajado para tener a sus hijos/as en el país. Así, entre a la “sospecha” y el ejercicio de “detectarlas” de las autoridades migratorias, Florencia Carignano (titular de la Dirección Nacional de Migraciones) dijo que frente a esto hay que empezar a “controlar a quienes les damos los pasaportes [argentinos]”, lo cual significa en el fondo que habría que controlar a quienes “le damos” la nacionalidad argentina. Esto es porque existiría “un privilegio que tenemos que cuidar” y es, por ejemplo, que “podemos tener la visa de Estados Unidos por 10 años”. Dejando de lado el perfume a cipayismo que este comentario puede exudar, “lo que nos va a pasar a los argentinos es que se va a dejar de tener la confianza que hoy tiene en todos los países”.[i]
La nacionalidad es una cuestión interna de cada país. Esto quiere decir que cada Estado decide, sin injerencias u opiniones externas, quienes serán sus nacionales. En Argentina, como en muchos otros países de inmigración, se sigue el criterio del ius soli, o derecho al suelo: cualquiera que nazca en el país tiene derecho a la nacionalidad argentina. Esto la diferencia de otros países (sobre todo de emigración o diaspóricos) que se rigen por el ius sanguinii, o “derecho de sangre”, según el cual sólo se adquiere una x nacionalidad por los/as progenitores. Estos criterios pueden coexistir, como de hecho ocurre en Argentina para ciertos casos.
Adicionalmente y como parte de la bienvenida a la inmigración, ya desde la misma conformación del Estado nacional se previó en nuestra Constitución Nacional (art. 20) que las personas extranjeras tendrían derechos iguales a las nacionales. Esta mirada histórica de derechos para las personas extranjeras ha sido plasmada en una ley migratoria (la 25871) que reconoce el “derecho a migrar” como derecho humano junto con otros derechos, como a la salud y educación públicas. De igual manera, la ley de reconocimiento y protección de refugiados también se basa en derechos humanos y así, son las piedras basales que refrescan la idea de nuestro país como “potencia moral” en la materia. Justamente, el único límite a aquella soberanía estatal según la cual cada país decide quienes serán sus nacionales son los derechos humanos; un Estado no puede, por ejemplo, privar a una persona o grupo de personas de su nacionalidad arbitrariamente o dejarla apátrida.
Con la consolidación de los Estados nación y la determinación de quienes serían “su” población nacional se popularizó el uso del pasaporte. Contra lo que pueda pensarse, controles migratorios y pasaporte son inventos recientes, de principios del siglo XX y como parte de la monopolización por los Estados de las formas legítimas de movimiento.[ii] Este fenómeno, directamente relacionado con el avance del capitalismo, permitirá el control sobre las movilidades “deseadas” y las “indeseadas”: el pasaporte clasifica las nacionalidades, los controles migratorios harán el trabajo más fino.
Así como las fronteras son contingentes, artificiales y arbitrarias, nacer de un lado u otro de una línea es más bien una lotería. Algunas personas nacen en países cuya nacionalidad encuentran luz verde mientras que otras salen sorteadas con nacionalidades no tan bien recibidas. Esto se refleja en los documentos internacionales de viaje aparejados, los pasaportes. Según el ránking que se tome, el “pasaporte más poderoso” (medido por la cantidad de países a los que puede ingresar sin visa) es el de Emiratos Arabes (PassportIndex.org) o el de Japón (HelneyGlobal.com), que permiten ingresar a 180 o 193 países, respectivamente. Argentina se ubica en la 11º (PassportIndex) o en la 17º (HelneyGlobal.com) posición, por debajo de 42 o 44 países y comparte su posición con Brasil y Chile. Rusia, por su parte, se encuentra en el puesto 35º o 51º, por debajo de 84 u 89 países. Con la guerra iniciada en 2022, su situación empeoró. La Unión Europea se cerró a las personas rusas. Esto explica, en parte, algo que la titular de Migraciones, Florencia Corigliano menciona como alarmante, cuando señala que “anoche, solamente en el último vuelo de Ethiopian Airlines entraron 33 ciudadanas rusas con embarazos”:[iii] es que solo Ethiopian y Turkish Airlines están volando desde Rusia a la Argentina.
Claro que no alcanza con tener un pasaporte, ni siquiera basado en una nacionalidad bienvenida, para viajar ni mucho menos para migrar. Para 2020 se calculaba que había 281 millones de personas migrantes en el mundo, lo cual puesto en relación a la población total significa que menos del 4% de la población mundial migra y que el 96% permanece donde nace. De hecho los estudios de migraciones indican que no migran los más pobres; se requieren recursos y agencia, hasta la capacidad de imaginar un horizonte diferente a futuro. En ese sentido, migrar es una decisión individual pero la opción es social: como lo narra Abdemalek Sayad a propósito de las historias de vida que cuenta para las cuales “Francia es la única puerta”, la perspectiva de emigrar está más instalada socialmente en algunas sociedades que en otras donde “toda su práctica cotidiana está determinada por el proyecto de la emigración”.[iv]
En esa línea, Rusia es uno de los países con más emigrantes en el mundo. Según los últimos datos disponibles registrados por las Naciones Unidas, en 2020 unos 11 millones de rusos vivían en el extranjero (casi un 8% de su población), de los cuales la mayoría eran mujeres (57%). Después de la caída del muro de Berlín, se calculaba que Rusia aportaba el 10% del movimiento migratorio mundial. Así, ocupa el tercer lugar en el ránking de países con más emigrantes, solo luego de India y México. Hasta antes de la guerra, los principales países de destino eran Ucrania, Kazajistán y Alemania. En sexto lugar se encontraban los Estados Unidos y en el último puesto (el 20º), con poco más de 22 mil personas rusas, Suecia. Será el mismo número, insignificante en el volumen total, el que prenda las alarmas en Argentina.[v]
La emigración rusa, entonces, no es un fenómeno nuevo pero la coyuntura suma tres situaciones más: la situación previa a la guerra, el inicio de hostilidades y el reclutamiento anunciado en septiembre de 2022.
Sobre la primera, Fruza, rusa radicada en Argentina hace 10 años, opina que “ya en los últimos años antes que empezara la guerra, la situación en Rusia se estaba poniendo densa, con muchas sanciones europeas, de Estados Unidos, sobre todo económicas, y se sentía que se encerraba un poco el país, y eso para muchos rusos, para todos nosotros, es un trauma, muy reciente, de los abuelos, de los padres incluso, de no poder salir del país. Eso está como muy vivo, ese trauma, el de la Cortina de Hierro (…)”. Contrastando con muchas personas que nunca salieron de Rusia, los más jóvenes, programadores, empleados en empresas de IT o en general con trabajo remoto para los Estados Unidos o China, “ya habían empezado a viajar y se les abrió un mundo”. Entonces, “cuando empezaron los problemas geopolíticos, con los temas de que se empezó a sentir que, uf, se nos va a cortar, con estas sanciones, empezaron a haber complicaciones en los trámites de visas (…) Con las sanciones se puso todo más estricto”. Ni que hablar con la guerra. Me cuenta que pensando en cómo podría ser el futuro, primero se fueron, “bajo la nube negra, la ansiedad” que se empezó a vivir, todas estas personas, con el miedo como motor, cuyos trabajos les permitía desplazarse. Y en las redes sociales circula todo tipo de información al respecto, me cuenta. Para las familias con niños pequeños o prontos a llegar, “es un plan b, mínimo”. Se van a México, a Chile, a Brasil: “la mayoría de mis compañeros se fue”. Y vivir en Argentina (“un país súper europeo, al menos al principio”, se ríe) con dólares les permite tener otro nivel de vida.
El inicio de la guerra en febrero de 2022 profundizó aquella tendencia emigratoria al punto de ser calificada por el Washington Post como “éxodo histórico”, ya que se estima que entre “500.000 y 1 millón de personas” dejaron Rusia solo el año pasado. Pero además alteró uno de los principales corredores migratorios del mundo, según señala la OIM: el de Rusia-Ucrania. El sentido Rusia Ucrania tenía el cuarto nivel mundial y el sentido inverso, el quinto. Rusia además participaba en el ránking de corredores migratorios por el movimiento desde y hacia Kazajistán (octavo y onceavo puesto, respectivamente). Esto explicará por qué, como dice Fruza, los rusos ahora están “por todos lados”.
Para septiembre de 2022 se calculaba que las salidas de Rusia a Finlandia habían aumentado un 50%, explicable no solo por el anuncio de reclutamiento lanzado por Putin sino porque los restantes países de la región que comparten frontera terrestre con Rusia (Estonia, Letonia, Lituania y Polonia) ya habían cerrado sus fronteras a los/as rusos/as. Los vuelos entre Rusia y la Unión Europea ya estaban cancelados. Por demás, este llamado, según la misma fuente, “agotó los vuelos a países que no pidieran visa a personas rusas”.[vi] Fruza se narra a sí misma como una “invasión”: “Después del 24 de febrero del año pasado, se agregó (sic) a los que ya salían (…) los que escaparon del miedo de la guerra en general. Sobre todo jóvenes. Y también cuando en septiembre hubo ese llamado a reclutamiento, yo conozco una familia, se llevan a los hombres sin preguntar, obviamente nadie quiere, entonces muchos hombres o directamente familias, se escaparon cuando empezó la guerra en sí y después. Se invadió el mundo de rusos, no solo en Argentina. Cada uno donde pudo, se expandió miedo y otras cosas por las redes, se bloquearon las redes sociales, empezaron a caer cortinas, cortinas, cortinas, agarraron las cosas y cada uno donde pudo se fue. Y la otra ola en septiembre. Ahí las fronteras estaban llenas de hombres jóvenes, cruzando como podían se iban también. Con la guerra cambió mucho la situación, ahora los rusos están por todos lados”.
En tal contexto, tampoco podemos desconocer que entre más urgente, frágil sea la salida, mayores son las probabilidades de que la necesidad sea aprovechada por “pasantes”, “gestores”, etc. Ahí, como se corrigió la titular de DNM después, debería estar “su problema”. Rusia está involucrada en un conflicto armado donde la protección internacional de las personas que salen de allí, más de mujeres embarazadas, debería activarse.
Pensar en la nacionalidad como una lotería implica también reflexionar sobre la movilidad como un plan de vida o una estrategia de supervivencia. Una elección, en definitiva, más o menos libre o muy forzada que nuestro país reconoce como un derecho o bien, como una situación donde una persona necesita protección internacional. Entonces, en lugar de abogar restricciones, Argentina debería seguir haciendo honor a ser un país abierto a todas las personas “del mundo que quieran habitar en el suelo argentino”. Que confíen en nosotros por eso. Por otra parte, naturalizarse en Argentina tampoco es fácil, desde que el texto generoso de la Constitución Nacional (art. 20) se encuentra en nuestros tribunales con eventuales libretos que suelen crear requisitos adicionales según la nacionalidad. Fruza, por ejemplo, aún espera.
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[i] Fuente: https://www.lanacion.com.ar/seguridad/investigan-un-negocio-millonario-migraciones-alerto-por-las-embarazadas-rusas-tenemos-que-cuidar-nid10022023/
[ii]Torpey, John (2018), The Invention of the Passport. Surveillance, Citizenship and the State, Cambridge University Press.
[iii] Fuente: https://www.infobae.com/sociedad/policiales/2023/02/10/retuvieron-a-otras-tres-mujeres-embarazadas-rusas-en-ezeiza-y-ya-son-seis-las-falsas-turistas-que-no-pueden-ingresar-al-pais/
[iv] Sayad, A. (2010), La doble ausencia. De las ilusiones del emigrado a los padecimientos del inmigrado. Barcelona: Anthropos, p. 51.
[v] Fuente: https://www.vozdeamerica.com/a/miles-de-rusos-han-emigrado-a-argentina-desde-el-comienzo-de-la-guerra-/7039749.html
[vi] Infobae, “El llamado a la movilización de Putin provocó un éxodo en Rusia y se agotaron los vuelos a los países que no piden visa”, 22 de septiembre de 2022.
Dra. (UBA) - Mg. en Relaciones Internacionales (UNLP)
Investigadora adjunta de CONICET-UNMdP
Prof. Adjunta en “Política Exterior argentina” y en “Política Internacional contemporánea”, Departamento de Ciencia Política.