Desacralización, máscaras y resistencia

Las capas del Carnaval como fenómeno de la cultura popular

Rastrear los orígenes y las variaciones expresivas del carnaval, es una empresa casi titánica, ya que es un fenómeno ancestral, sometido a variaciones locales e hibridaciones culturales como producto de colonialismos y migraciones. No obstante, es posible circunscribir rasgos centrales de su espíritu lúdico-festivo, sus connotaciones transgresoras y paganas, así como algunas de sus derivas históricas. 

En tanto festividad, el carnaval está asociado a la renovación de la vida, la fertilidad y la abundancia en épocas de cosecha, siendo un ritual celebratorio característico de numerosas comunidades y civilizaciones en la historia humana, incluyendo las comunidades nativas de Sudamérica de influencia incaica. En el noroeste argentino, esto se expresa en la tradición del desentierro y posterior entierro del dios carnavalesco Pukllay (del quechua jugar), que en el proceso de colonización europea adoptó el calendario cristiano de celebración previa a la cuaresma y figuras de dicha religiosidad como el diablo. 

Por su parte, el origen de las murgas se remonta tanto a la inmigración de comunidades de esclavos africanos que se asentaron en Uruguay, Brasil y Argentina, como a la tradición picaresca y músico-teatral españolas como la zarzuela, combinando así el contenido satírico de ésta con las expresiones de liberación de la esclavitud, representadas mediante los saltos con patadas y otros pasos de baile. Así, desde inicios del siglo XX queda enmarcado el carnaval como una festividad popular de anclaje barrial, con sus corsos y comparsas, que combina diversos géneros musicales y danzas que mezclan desfiles tipo militares con el candombe, la rumba, la milonga, con el uso típico de máscaras y diversos disfraces.  

Aunque tiene variaciones según las diversas regiones y localidades, pueden destacarse una serie de rasgos generales vinculados con lo festivo y la suspensión de reglas y tabúes de la vida ordinaria, el humor y la risa son ejes centrales, las jerarquías sociales son parodiadas y burladas, lo extravagante y escandaloso impera, se desacralizan tradiciones y se orienta a lo profano. 

Por eso desde los estudios culturales y la antropología se lo estudia como parte del poder de las culturas populares y se lo ha analizado como ritual de inversión del orden social. Ya el lingüista Mijail Bajtin había señalado que el carnaval implica “un mundo de revés”; pobres disfrazados/as de ricos/as, niños/as de adultos/as, hombres feminizados y mujeres masculinizadas, etc. Por ejemplo era frecuente en el Río de La Plata que los esclavos vistieran con fracs de la alta burguesía, los que obtenían de sus descartes y a los que incorporaban colores. Aunque a su vez también se ha sostenido desde la antropología que son rituales que consolidan el orden social, dado que la inversión, la crítica y el desenfreno están regulados (son transitorios y reglados); como cantan Chico Buarque y Ana Belén en Noche de máscaras, después del carnaval “volverá todo a ser tan normal”. A pesar de estas tensiones, el antropólogo Roberto DaMatta considera en su estudio para Brasil, que el carnaval es masivamente significativo dado que produce un momento de communitas de escala nacional en medio de una sociedad jerárquica.  

Pero evidentemente, su componente crítico y su poder popular, es algo que ha preocupado históricamente a las élites e instituciones más conservadoras, como los gobiernos militares y la Iglesia Católica. En efecto, fueron controladas o prohibidas por distintos gobiernos cívico-militares, como en el del dictador J.R. Videla que los eliminó como días feriados, complicando su organización y ejecución, hasta casi desaparecer hacia 1981 y resurgir a partir de la recuperación democrática. Durante la primera presidencia de Cristina Fernández de Kirchner, se restituyeron los dos días feriados por carnaval. No es casual entonces que en el actual contexto de derechización política y cultural, el Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Jorge Macri, haya instruido a las fuerzas de seguridad para que este año “los carnavales se desarrollen de una manera más armoniosa y ordenada”. “Celebrar los carnavales en orden” es la antítesis del espíritu carnavalesco, y cuanto menos una expresión paranoica hacia la cultura popular, así como emparentada con rasgos autoritarios y anti-populares de gobiernos dictatoriales. 

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Guido Vespucci

Prof. Adjunto de Sociología de la Cultura
Investigador Adjunto del CONICET
Lic. en Historia
Dr. en Antropología social.

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Guido Vespucci

Prof. Adjunto de Sociología de la Cultura
Investigador Adjunto del CONICET
Lic. en Historia
Dr. en Antropología social.