Durante un largo periodo el contenido del epígrafe que encabeza este texto reflejó de manera brillante y original las limitaciones de la tecnología para transformar a un objeto informático en una máquina pensante, capaz de competir e incluso reemplazar a la mente humana. Con los avances logrados en el campo tecnológico en los últimos años seguramente hasta el propio Dijkstra, de estar vivo, trataría de matizar esta frase, no porque los submarinos hayan logrado aprender a nadar o las máquinas pensar, sino porque el artefacto informático ha avanzado mucho en la capacidad de procesar información de forma “inteligente”. Es importante advertir, ante todo, que la Inteligencia Artificial (IA), el campo de estudio dedicado a explorar y desarrollar algoritmos computacionales que emulen el pensamiento humano, no estuvo ni está orientada a la competencia o superación de la mente humana. Por el contrario, se trata más de procesos orientados a aumentar nuestras capacidades de pensamiento, el análisis de datos y las contribuciones derivadas de ellos, con el propósito de lograr una mayor eficiencia en la ejecución de múltiples acciones que, debido a su complejidad, resultarían imposibles de realizar para un ser humano.
La IA no es nueva como campo de estudio ya que sus orígenes se remontan a principios de la década del cincuenta con los primeros aportes realizados por el conocido matemático Alan Turing. A lo largo de los años este dominio de investigación atravesó múltiples avances y retrocesos, callejones sin salida y limitaciones propias de los diferentes estadios tecnológicos. Su existencia se materializó por largos períodos dentro de los laboratorios con algunas contribuciones experimentales aplicadas en ambientes acotados y una circulación del conocimiento acumulado dentro de los canales de comunicación científica. Esta suerte de “círculo cerrado” en el desarrollo de la IA, con resultados poco visibles y difícilmente comprensibles para el público en general, ha dado lugar a diferentes narrativas sobre los alcances y naturaleza de esta tecnología. La literatura, el cine y la televisión contribuyeron a la creación de asociaciones, ideas, estereotipos y falsas creencias sobre las amenazas y los peligros que se ciernen sobre la capacidad de crear máquinas que muestren un comportamiento inteligente en competencia con el ser humano.
No obstante, en el mundo real sería inocente plantear que la IA sólo aporta beneficios. Existen aspectos negativos a considerar sobre diferentes problemáticas presentes y futuras, pero que no debemos asociar con la extinción de los humanos a manos de las máquinas.
Afortunadamente, los tiempos se han acelerado y en un breve lapso (dentro de la temporalidad tecnológica) la IA ha tomado estado público. Esto se debe en gran parte a la aparición y lanzamiento a fines de 2022 de la aplicación ChatGPT basada en inteligencia artificial, que generó un gran impacto en ámbitos profesionales, científicos, académicos y en los tecnoadictos en general. Esta herramienta, en su definición más simple, se trata de un sistema de chat basado en IA (chatbot) entrenado para mantener conversaciones en lenguaje natural y generar respuestas a cualquier pregunta que se le formule. Esta capacidad de mantener “conversaciones” la desarrolla en base a algoritmos que procesan millones de datos aplicando técnicas de entrenamiento y aprendizaje que permiten generar respuestas coherentes y naturales en tiempo real. Tiene, además, la facultad del autoaprendizaje basada en la interacción con el usuario en base a las peticiones y refinamiento de las consultas. En esencia, se trata de una herramienta de creación de contenido, que puede ofrecer una respuesta coherente a una simple pregunta, un texto estructurado o un código de programación específico, entre otras alternativas. Incluso puede utilizarse bajo una interfaz de programación (API) dentro de otros programas (Excel o Word, por ejemplo). Mucho de su éxito y masividad se debe a que es una aplicación de acceso gratuito. El desarrollo está a cargo de le empresa OpenAI que promueve el uso de la IA en todos los órdenes y campos con la misión altruista, según versa en su página oficial, de beneficiar a la humanidad.
ChatGPT es una herramienta más dentro de un conjunto de cientos de aplicaciones basadas en IA o que incluyen funcionalidades de esta tecnología orientadas a brindar soluciones y facilidades en múltiples áreas y situaciones (aifindy.com). Sería muy largo y tedioso hacer una enumeración. Baste decir que la IA es en la actualidad una tecnología presente en casi todas las interacciones que se desarrollan en el contexto digital. Dos de los más grandes buscadores en internet como Google bajo el modelo de IA Bard y Bing con el modelo Prometheus (en asociación con OpenAI) operan con funcionalidades de inteligencia artificial.
Los cambios tecnológicos y su poder transformador generan indefectiblemente cambios sociales con implicancias que apenas podemos prever. En el caso de la IA la singularidad radica en su propio concepto y alcance, en sus oportunidades y amenazas, incluso en los planteos filosóficos que acompañan el desarrollo de esta tecnología. Los interrogantes más profundos, las preguntas más urgentes han estado asociadas a la IA desde su nacimiento y en la actualidad, sobre todo a partir de la popularización de aplicaciones que producen soluciones sencillas a problemas complejos.
Frente al avance y progreso de la IA se vienen diseñando diferentes iniciativas que tienden a instalar marcos regulatorios y espacios de discusión que puedan dar cuenta de las implicancias éticas y legales que potencialmente surgen con el uso de esta tecnología. Por dar algunos ejemplos, mencionamos la línea de investigación desarrollada bajo la sigla AI4SG
1 que hace referencia al uso de la IA para el bien común. Es una línea de trabajo que busca aplicar los avances en este campo para resolver problemas sociales y mejorar el bienestar de los individuos, la sociedad y el planeta en su conjunto, cuyos proyectos de base contemplen en su diseño el bienestar general y la sustentabilidad ambiental
2. Dentro de los marcos normativos y legales las preocupaciones se centran en algunas de las características intrínsecas de la IA como son su indeterminación conceptual
3, la opacidad (algorítmica) y su imprevisibilidad en cuanto a los riesgos y desafíos que plantea su utilización. En este sentido, la Unión Europea se encuentra gestionando un marco regulatorio de la IA a través de la denominada
Ley de Inteligencia Artificial4 con la cual planea hacer frente a los desafíos técnicos, económicos y jurídicos que se presentan en este escenario con el objeto de capitalizar sus beneficios y limitar sus efectos nocivos.
En el ámbito académico y científico la IA también ha producido un enorme impacto, particularmente en las áreas de la enseñanza y la publicación. A diferencia de lo que sucede en algunos sectores de la economía, las finanzas, el mercado tecnológico y la comunicación (por nombrar los principales) en donde la IA ha tenido una penetración inmediata y un mayor avance en la discusión de sus alcances, el sector académico y científico presenta reflejos más lentos en la asimilación y debate de esta realidad tecnológica.
Algunas revisiones realizadas respecto a la situación de la IA en la educación superior reflejan que los tratamientos y discursos se encuentran todavía dentro de un abordaje superficial, sin una clara definición de esta tecnología como foco de investigación
5. Las referencias abundan en general a una aproximación binaria de este tema y sus implicancias en términos de las oportunidades y amenazas dentro de las prácticas mediadas por la IA.
En el terreno de la publicación y la edición científica la IA plantea problemas y dilemas más urgentes a partir de una realidad instalada en torno a la existencia de un segmento de aplicaciones especializadas en la creación de contenido del tipo ChatGPT. El
Comité de Ética de la Publicación6 (COPE por su sigla en inglés) ha constituido un foro de discusión en torno a las preocupaciones e interrogantes que se abren tanto en la generación de los contenidos de los artículos cuanto en los procesos de evaluación a los que son sometidos. Con el uso de aplicaciones de IA en la producción de los manuscritos se instala el riesgo de subvertir las prácticas éticas que en la actualidad se aplican en la edición y publicación científica. Uno de los conflictos emergentes de esta situación es el referido al concepto de asignación de la autoría. Ya existen casos en los cuales se le asignan a los bots de IA la autoría de artículos de revistas y preprints e incluso de patentes. Este último aspecto entra en colisión con el hecho de que ninguna aplicación de IA puede asumir la responsabilidad intelectual de lo escrito o producido. Otro tanto ocurre con aquellas partes de un artículo que fueron generadas mediante IA. Si el autor o autores no lo declaran, puede dar lugar a la difusión de información incorrecta o engañosa pues se asume que a todo lo producido en un entorno de IA se lo considera
probabilísticamente plausible pero no necesariamente correcto teniendo en cuenta la falibilidad de estas herramientas.
A lo largo de estas líneas hemos apenas sobrevolado el fenómeno de la IA en su concepto, los procesos involucrados y los dilemas éticos que se plantean. Algo es seguro: es una realidad y el futuro solo depara una evolución constante de los algoritmos y los resultados que puedan obtenerse de ellos. La incertidumbre que producen estos impactos tecnológicos solo puede ser abordada desde el conocimiento, esto es, en el aprendizaje y la búsqueda de información en las fuentes adecuadas e incuestionables. Luego vendrán las preguntas.
Una reflexión final acerca del pensamiento que puede asaltar a cualquier lector de estos párrafos: este texto o parte de él pudo haberse generado en el ChatGPT. Mi respuesta es que no. Es ciento por ciento propio, con todas las imperfecciones e incertezas del pensamiento humano.
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1 Hacen referencia a Artificial Intelligence for (4) Social Good que se traduce como inteligencia artificial para el bien común.
2 Los actuales sistemas de IA requieren mucha cantidad de energía para las operaciones de sus algoritmos y dejan una alta huella de carbono.
3 En la actualidad la IA no cuenta con una definición consensuada entre los especialistas.
4 https://eur-lex.europa.eu/legal-content/ES/TXT/?uri=CELEX:52021PC0206
5 Bearman, M., Ryan, J. & Ajjawi, R. Discourses of artificial intelligence in higher education: a critical literature review. High Educ (2022). https://doi.org/10.1007/s10734-022-00937-2
6 https://publicationethics.org/news/artificial-intelligence-news